Encuentros en Ecuador

Luis se desliza sobre las aguas negras del río Napo, en la cuenca de las Amazonas. Es un guía naturalista con un grupo de 5 viajeros de Inglaterra, Australia, y los EEUU. Su padre era un maestro en las montañas. Su madre nació y creció en la selva de los Amazonas. Ella era una de las alumnas de su padre y su amor estaba prohibido, pero no les importaba. Luis se crió muy lejos de los guacamayos, anacondas y pirañas, en la ciudad montañera de Quito, pero siempre se sintió fascinado por la selva. Se mudó a la ciudad de Coca y empezó a trabajar como un guía en el Napo Wildlife Center, la única casa de campo en la cuenca de las Amazonas que es propiedad de la comunidad indígena local y que está operado por ella. Los beneficios están utilizado para construir escuelas y clínicas para todos los pueblos Quichuas cercanos. Luis encontró sus raíces y su nueva vida acá. Mientras que está remando suavemente para jalar la canoa, él se mantiene alerta con sus 6 sentidos en búsqueda para fauna. A veces piensa en su hijo, uno de los jugadores de ajedrez más talentosos de su grupo de edad – sólo tiene nueve años. El padre está muy orgulloso de su hijo. Calor y humedad llenan sus ojos. De repente Luis ve una silueta. Levanta el brazo, un señal muy claro a los otros remeros. La canoa frena y se derrite a algunos pasos de su criatura favorita en el mundo entero. Luis cuchichea y apunta la nutria gigante de río que está mirándoles fijamente desde la entrada de su guarida. Su cara de hombre adulto se ilumina con una sonrisa de niño. No importa cuantas veces ya encontró fauna salvaje, la magia nunca pasa.

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María le deja a su hija manejar el coche hoy. La adolescente muestra tanta habilidad y confidencia al volante en las calles concurridas de Quito. ¡Ella es la hija de su madre! María abre la puerta para tomar el asiento del pasajero cuando oye voces altas en el otro lado de la calle. Instintivamente se paraliza, levanta la cabeza y observa. Parece que un taxista y un extranjero están discutiendo. Sin hesitar les dice a sus niños que esperen en el coche hasta que retorne, cierra la puerta y camina hasta la batalla. “¿Que pasa por aquí?” ella pregunta. El gringo explica que el taxista quiere cobrar más que el precio que decidieron en el aeropuerto. El taxista dice que el gringo se niega a pagar la tarifa normal. Escuchar ambos montos le hierve la sangre súbito. Levanta la voz: “¡Debería de tener vergüenza de aprovecharse de los extranjeros!” El taxista se enoja con María y insiste que ella no sabe nada de esto. Mientras María vacila entre abofetearle al taxista y chocarle, un policía pasa montándose una moto. Ella le llama y le hace señas. El taxista sube en su coche y se despide. “¿A dónde vas?” ella pregunta al extranjero antes de proponer de llevarle. El hombre está avergonzado pero María no acepta ningún rechazo. Hay bastante espacio en los asientos traseros, con sus niños. Dentro de poco, le dejan en la Plaza Santo Domingo. Él quiere pagar para el transporte. Ella le mira con una hermosa sonrisa, el ceño fruncido, y una palabra: “¡No!” El gringo se aleja, respira profundo y le agradece al Universo por haber mandado un ángel.

 

Cédric, 6 de mayo de 2012