“¿Dónde se puede encontrar el mejor café de Centroamérica?” La turista neoyorquina ruidosa y desagradable me interroga durante la cena. Odio la pregunta. Un viaje es un conjunto de experiencias, ciertas más agradables que otras, pero ninguna mejor: son lo que son. Aprendí más de mí mismo superando dificultades que disfrutando de un cóctel frente a una puesta del sol de foto. Pero eso no le interesa a la muchacha. Ella sólo quiere saber dónde puede encontrar “el mejor café”. Dudo de que aprecie mi punto de vista, entonces ¿por qué le daría? Pero su voz aguda y inquisidora hizo el silencio alrededor de la mesa: todos los ojos están fijados en mí. Tengo que decir algo pronto. Una respuesta lacónica sale de mi boca sin pasar por mi mente: “El Salvador”. Fingiendo que le interesa, ella responde: “¿Ah sí?” Pues continua a hablar de sí misma. Bla, bla, bla. Las palabras se vuelven borrosas. Me desconecto.
De hecho mi taza favorita de café no es de El Salvador: me encanta el sabor del Nescafé instantáneo. Casi cada mañana preparo una tacita. Con la propia cantidad de polvo y azúcar, la mezcla negra es más deliciosa para mí que cualquier Arabica o Robusta recién molido. Tal vez se remonte al fin de mis años de adolescencia cuando solía beber un tazón grande cada día para despertarme antes de la escuela. De toda manera, Señora Egocéntrica no puede entender. Ella vive en un mundo donde las cosas mejores de la vida están conocidas objetivamente y etiquetadas científicamente. Los mejores libros se enumeran en el New York Times, los mejores hoteles en el Lonely Planet y las mejores películas son las que recibieron elogios de los críticos.
Harto!
En mi mundo Nescafé instantáneo es el mejor café. En mi mundo los mejores libros son los que hablan a mi corazón, no los que utilizan palabras sofisticadas y recogen precios literarios. En mi mundo los mejores hoteles son los de que no se trata en ningún guía: sólo los encontramos – o quizás son aquellos que nos encuentran.
Cada uno de nosotros es el maestro de su propio mundo, libre de decidir lo que le gusta o no, lo que le importa o no. Mientras nos mantenemos fieles a nosotros mismos nadie nos va a quitarle. Es nuestro secreto, nuestro tesoro.
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