El Gen Sexy

Entre hermanos sabíamos quién recibió el gen sexy, y puedo decir sin mentira que no era yo. Un verano Xavier, Marc y yo compartimos un apartamento de vacaciones cerca de la playa en la costa atlántica. El mes fue lleno de deportes, de siestas y otras cosas de muchachos, pero quedó frugal en términos de encuentras femeninas… excepto una vez, en la discoteca local.

Estamos en la pista de baile desde hace cierto tiempo, charlando y disfrutando de nuestras bebidas al ritmo de la ‘house music’ de moda. Voy al baño mientras Xavier compra otra ronda. Cuando volvamos Marc está siendo cortejado por dos muchachas que compiten para su atención. Xavier y yo compartimos una sonrisa afectada y bebemos nuestro champagne, esperando a una distancia segura mientras Marc intercambia sus detalles con sus nuevas fans. Pues Xavier le da su copa e ironiza: “Eres imposible. ¡No podemos dejarte solo por cinco minutos!” El efecto del gen sexy es tan rápido como formidable.

El día siguiente los tres relajamos en la playa mejorando nuestro bronceado, vestidos de troncos negros, ajustados y ¡tanto favorecedores! Tengo un libro de Stephen King en la mano. Mi mente está engullido en el universo de “Misery”. Cuando la enfermera psicópata Annie Wilkes blande su hacha por encima de la pierna de su escritor preferido, oigo una voz femenina: “Por favor, ¿alguien podría ponerme el bloqueador en la espalda?” Levanto la cabeza. Una muchacha en bikini que parece como un supermodelo de Playboy está de pie delante de nosotros con un tubo de protector solar en la mano. Evidentemente sus ojos están fijados en Xavier y Marc, ya que mis hermanos tienen algunos años más que yo, y ambos tienen un cuerpo atlético con hombros largos, pectorales esculpidos, y un abdomen tabla de lavar. Yo, al contrario, soy un devorador de libros y a menudo tengo dificultades para desenroscar la tapa del pote de mermelada. Me dirijo a mi lado, esperando que Marc o Xavier se ofrezca como voluntario. Nada mueve. Me aclaro la garganta con mucho ruido en su dirección. Siempre nada. Miro a la chica y digo: “Por seguro, ¡no hay problema!” Parece que sólo en este momento se da cuenta de mi presencia. Ella duda por unos segundos antes de aceptar, suspirando con decepción. Mi corazón de 16 años de edad late a su velocidad máxima mientras me tomo mi tiempo para aplicar la crema suave en la piel sedosa de la chica de calendario. Un tronco ajustado no es la mejor cosa con que vestirse en tales circunstancias pero la moda de los troncos de surf de estilo Californiano sólo romperá en estas costas en unos 10 años. Después de que terminé mi deber con mucho cuidado, vuelvo a mi toalla, recojo mi libro y me sumerjo de nuevo en la casa siniestra en las profundidades nevadas de Colorado donde Annie Wilkes se cansa sosteniendo su hacha pesada en el aire desde hace cinco minutos. Una hora más tarde, Xavier y Marc se despiertan de su descanso sincronizado. “Chicos, a que no adivináis lo que ocurrió durante vuestra siesta…” No estoy seguro de si algún día me creyeran.

Quizás mis hermanos heredaron el gen sexy, pero yo tuvo suerte de evitar el gen de la siesta.

 

Cédric, el 14 de enero de 2012