Llegando bajo el techo de hojas de palma que cubre el estudio de yoga, a pocos pasos de la arena de Playa Hermosa, encontramos un papel en la entrada: “Hoy Yoga con música en vivo.” Mai y yo nos lanzamos una mirada de intriga y echamos un vistazo a la sala donde dos músicos vestidos con saris indios están sentados en posición del loto. Vinimos aquí para una sesión de yoga sencilla pero encontramos una sorpresa agradable en este último día de 2011.
La profesora explica que la práctica de hoy se centrará sobre dejar ir el 2011 y prepararse para el 2012. Durante 90 minutos nuestras posturas y mantras invocarán el poder de Kali, la diosa hindú del cambio y del tiempo… y la destructora del ego. Conocida también por el nombre de Kālikā, su elemento es el viento y ella reside en el chacra del corazón (el centro de energía ubicado detrás del plexo solar). Minuto a minuto siento el espacio abriéndose dentro de mi pecho y el aire entrando y saliendo, permitiendo a prāṇa, la fuerza de la vida, irradiar mi cuerpo entero. Aunque Kali sea frecuentemente representada como violenta y sangrienta, su obra de destrucción resulta esencial para el curso de la vida: ella borra lo viejo y así deja espacio para lo nuevo. Imágenes del 2011 se desplazan dentro de mi cabeza: la decisión de dejar nuestras vidas en San Francisco para lanzarnos a un viaje de un año por Centroamérica, por lo desconocido. La destrucción: vender nuestra casa, nuestros coches, deshacernos de los muebles, libros, DVD, de la ropa, de cosas, muchas cosas, tantas cosas… Estas etapas fueron necesarias para crear la posibilidad de una vida nueva. Sonrío para mí mientras mi cuerpo se relaja en las diferentes posturas, inhalando y exhalando, pidiendo a la diosa Kali que destruya mi ego y haga espacio en mi corazón, que lo abra a las posibilidades infinitas que nos ofrezca el 2012: un año nuevo, una vida nueva, un yo nuevo.
***
“¿Quién nunca participó en una Ceremonia de Purificación con Fuego?” Levanto la mano despacio, como lo hace la mayoría de las 9 mujeres y de los 3 hombres que estamos reunidos en semicírculo alrededor de la profesora de yoga en este primer día del 2012. En el centro una caldera metálica, una pila de madera, algunos bolos llenos de especias y unos pocos objetos no identificados. Primero ella enciende el fuego mientras nosotros cantamos un mantra en honor del elemento. Después empezamos a repetir el mantra de bendición “Om Lokah Samastah Sukhino Bhavantu” que significa: “Que la felicidad caiga sobre todas las criaturas que viven en este mundo.” Al final de cada iteración, el ritual consiste en poner la mano en el chacra del corazón o en el del espíritu (detrás de la frente), en visualizar algo que se desea dejar marchar, en tirarlo al fuego con un gesto de la mano, diciendo “Svaha” (que así sea). A medida que repetimos este ciclo, el espacio se va invadiendo por la vibración del mantra, el calor del fuego y la energía colectiva de las 12 almas reunidas en la sala. Al principio es muy fácil pero al final de cada repetición me cuesta encontrar alguna cosa más que tirar al fuego: emociones negativas, viejas experiencias que me mantienen en el pasado, relaciones que ya no tienen razón de ser, concepciones de mí mismo que me impiden avanzar… Antes de que me dé cuenta, recitamos el mantra por la 108ª y última vez. Cada uno tiramos una ofrenda de arroz al fuego y meditamos mientras los últimos pedazos de madera se queman. Con dificultad, salgo de este estado próximo al trance y mi cuerpo deja de vibrar con el sonido del mantra. Me siento limpio, calmado, vacío, al mismo tiempo en paz y enérgico: listo para un nuevo comienzo.
Cédric, 4 de enero de 2012
Actualizado el 5 de enero con ayuda de Adela. ¡Gracias!