Sus piernas son demasiado débiles, por eso ella se arrastra en la arena. Sus brazos hacen casi todo el trabajo. Después de unos metros se detiene para recobrar el aliento. Su cabeza gira hacia la derecha, hacia mí. Nuestros ojos se encuentran. Cobrando su fuerza, se mueve otra vez, lento pero seguro. Ando cerca de ella y nuestros caminos dibujan líneas paralelas en la arena. Para de nuevo, jadeando. Sus bigotes palpitan con su pecho. Inspire. Espire. Me agacho y respiro profundo también. Le gusta el apoyo moral. Sabe que me siento bien a su lado sin esperar nada en agradecimiento. Se pone en movimiento de nuevo, balanceándose de un lado a otro mientras se arrastra y salta adelante. Se detiene una ultima vez, llena sus pulmones y me mira antes de la recta final hasta el mar. Unos saltos patosos… Ella se sumerge. El Océano Pacífico abraza su cuerpo y se desliza en un movimiento fluido sin esfuerzo. En su elemento.
Un día cuando el camino se vuelve difícil voy a pensar en ella, respirar profundo y seguir caminando.
Cédric, 23 de marzo de 2012
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